El agua en los tiempos de balance

[Elizabeth Peredo Beltrán, octubre 2013] .- Hace ya más de 12 años que los activistas bolivianos vivimos una épica lucha por el agua que terminó con la salida de la transnacional Bechtel del país.

Ese episodio de la historia boliviana se convirtió en símbolo de la lucha mundial por recuperar uno de los elementos más importantes para la existencia humana: el agua, como el sentido de la Vida, su relación con los derechos humanos, con la agricultura, con la salud, con la comunidad. En cierta forma, la movilización social en defensa del agua permitió también descubrir su virtud para tejer la solidaridad humana y su relación vital con la naturaleza desde una perspectiva más amplia que la de la cotidianidad.

La Guerra del agua en Cochabamba inauguró una secuencia muy importante de movilizaciones sociales y de luchas anti neoliberales, contra las privatizaciones, contra el libre comercio, contra la mercantilización del agua y su uso indiscriminado para el lucro. Los luchadores bolivianos inspiramos a los movimientos del mundo entero en la formulación de una narrativa en torno a la visión social y comunitaria del agua, e influimos en la campaña ciudadana de Uruguay para la realización de un Referéndum Nacional por el Agua, dando lugar al primer antecedente de cambio constitucional con estos importantes principios.

Los movimientos sociales bolivianos defendimos el agua de las transnacionales Bechtel y Suez; evitamos la exportación del agua fósil del Altiplano Sur a Chile mediante un acuerdo de libre comercio; derrotamos la demanda de Bechtel contra Bolivia en el Banco Mundial; promovimos la incorporación de la visión social del agua en la nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia, y, junto a organizaciones sociales de todo el mundo, impulsamos la histórica Resolución A/RES/64/292 de Naciones Unidas que establece el derecho humano al agua y al saneamiento. Y ganamos.

Ganamos una primera batalla, pero el éxito se convirtió pronto en una especie de vendaje que nos impide mirar con más objetividad la dirección del proceso que inauguramos, a la luz de los dramáticos cambios y desafíos globales.

Las condiciones en todo el mundo han cambiado y hay una profunda crisis de los bienes comunes que no deberían ser jamás parte de la lógica del lucro y la sobreexplotación. El agua y el cambio climático es probablemente la expresión más clara de la perversidad del sistema, evidenciando la apropiación de los bienes comunes y la promoción de un desarrollo basado en la noción del crecimiento y el sobre consumo infinito de los recursos finitos del planeta.

El agua está llamando la atención de gobernantes y pueblos. Tanto así que el propio Panel Intergubernamental de Cambio Climático pidió a expertos en el tema que elaboraran en 2008 un informe especial sobre la situación del agua y el cambio climático, el mismo que resalta que el futuro ya está en una cadena de lo desconocido. El informe especial sobre el Cambio Climático y el Agua (Documento técnico VI del IPCC) afirma que “la vinculación del agua con el cambio climático es crítica y será uno de los mayores problemas a nivel mundial” debido al Derretimiento de glaciares; la Desertización; el Agotamiento de cuencas y fuentes de agua; la Contaminación por sequías e inundaciones; el Deterioro de redes de agua y la Presión de la agricultura a gran escala.

El foro de vulnerabilidad DARA en su último informe nos dice que cada año mueren más de 400 mil personas en el mundo a causa del cambio climático, sobre todo por sequías e inundaciones. Lo peor es que la urbanización, la actividad económica en las principales cuencas fluviales, y el alarmante calentamiento de las aguas oceánicas propiciarán una gran escasez de agua, y en 2050 la situación será grave en siete de las 10 principales cuencas fluviales, donde vive la cuarta parte de la población global, advierte una investigación del Instituto del Agua, Medio Ambiente y Salud de la Universidad de Naciones Unidas, con sede en Hamilton, Canadá, que evalúa 200 grandes proyectos mundiales relacionados con el medio acuático.

Al respecto, existen al menos dos miradas: Algunos somos conscientes de que es necesario parar el extractivismo y la contaminación porque el planeta está llegando a límites imaginables. Otros consideran que todo es una alharaca y creen que la crisis financiera se resolverá incluyendo al agua y a la naturaleza en la fórmula del “desarrollo” como parte del “capital natural”.

Han pasado ya 15 años desde la primera versión del Foro Mundial del Agua y 20 desde la Declaración de Río, y en todo ese tiempo el Consejo Mundial del Agua liderado por transnacionales ha desarrollado una visión muy sofisticada del agua como un bien mercantil y por lo tanto como un gran negocio.

En general, las políticas públicas tienden a mercantilizar no solo los servicios públicos como la educación y la salud, sino también las necesidades humanas más básicas como beber agua potable y respirar aire puro. A eso apunta la denominada “economía verde” que intenta privatizar los últimos bienes comunes de la humanidad: el agua y la biodiversidad.

En las últimas dos décadas empeoró sustancialmente la situación de las fuentes y acuíferos en todo el mundo. Aunque Bolivia es uno de los países más ricos en recursos hídricos y uno de los pocos que está cumpliendo los objetivos de las Metas del Milenio en cuanto a reducir a más de la mitad el número de personas que carecen de agua potable y servicios de saneamiento, el recurso aún es escaso y está contaminado en muchas regiones del país. Y es que el cambio climático, la indiscriminada y poco regulada explotación minera y los monocultivos agrícolas destinados a la exportación están profundizando las presiones sobre el agua.

Los mega proyectos mineros no solo utilizan enormes volúmenes de agua sino que la contaminan sin clemencia. Al mismo tiempo, se destinan grandes extensiones de tierra a la producción de soya transgénica y caña de azúcar en el oriente, y crecen los monocultivos de quinua para la exportación en occidente, junto al reciente anuncio del Ejecutivo de ampliar la frontera agrícola para contentar a los agroindustriales de la CAO.

La paradoja de haber logrado una fuerte y valiosa narrativa sobre la gestión social del agua frente a las amenazas del sistema económico (desarrollismo, extractivismo, cambio climático…) es algo que debemos resolver. Quizá buscando aquella pequeña brizna de esperanza en lo que sí es posible de realizar en términos de gestión social del agua; de haber detenido a alguna transnacional para evitar que siga contaminando, y de mantener una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Por ahora, lo más importante es volver a documentar lo que está sucediendo, enfrentar las verdades, sabernos corresponsables, exigir la autocrítica y el cambio de rumbo. La pérdida de nuestros glaciares; la escasez y contaminación de nuestras aguas; la marginalidad de poblaciones en el acceso a los sistemas de agua y su persistente dependencia de sistemas arbitrarios y rudimentarios, y el uso abusivo del agua para la minería y la agricultura sin una estrategia de país soberano y respetuoso de la Madre Tierra son algunos de los desafíos que tendremos que encarar.

Se dice no sin razón que “Miles han vivido sin amor, ninguno sin agua” (Auden). Nosotros añadimos: Sin amor, sin empatía ni solidaridad, será imposible asegurar que el agua llegue limpia y pura a todos.

Fuente: http://www.funsolon.org

Fuente de la imagen: http://fetralpi.blogspot.com