Un mundo sumergido en agroquímicos: de la Revolución Verde a la Revolución Genética

El uso de agroquímicos está estrechamente ligado a un modelo económico y a una dinámica desarrollista entre el norte y sur global, que surgió y se afianzó inicialmente bajo el contexto geopolítico de la Guerra Fría y con la imposición del liberalismo en una segunda fase. Este modelo como tal se origina con la denominada Revolución Verde [2]. A la Revolución Verde se la entiende esencialmente como un modelo de asistencia agrícola -impulsado principalmente por Estados Unidos- que fue exportado a los países del sur global bajo el discurso filantrópico de “modernización” y de “lucha contra el hambre mundial” (Méndez, 2017).

En términos generales, podemos identificar cuatro eslabones centrales con los cuales se configuró esta “modernización” de la agricultura: 1) la investigación científica y las innovaciones tecnológicas, 2) la producción intensiva mediante la implementación de insumos químicos (esencialmente fertilizantes y

A la Revolución Verde se la entiende esencialmente como un modelo de asistencia agrícola -impulsado principalmente por Estados Unidos- que fue exportado a los países del sur global bajo el discurso filantrópico de “modernización” y de “lucha contra el hambre mundial” (Méndez, 2017).

pesticidas), 3) la mecanización del proceso agrícola (principalmente uso de tractor y sistemas de irrigación) y 4) la selección genética y desarrollo e implementación de nuevas semillas de alto rendimiento (Ceccon, 2008).

Siguiendo a Picado (2013), a la Revolución Verde se la puede seccionar en dos etapas históricas. La primera se remonta a los programas de desarrollo de semillas híbridas de alto rendimiento -principalmente trigo, maíz y arroz- llevados a cabo durante los años cuarenta y cincuenta por las fundaciones Rockefeller y Ford con el apoyo del gobierno estadounidense, se realizaron primero en México y posteriormente en Filipinas e India [3]. Empero, fue durante la década del sesenta que la Revolución Verde como lo entendemos hoy en día despegó y se afianzó como concepto y como modelo productivo en Latinoamérica, Asia y Medio Oriente (Picado, 2011).

Es bajo el modelo de la Revolución Verde que la producción y consumo de insumos químicos fue proliferando en grandes partes del globo. La producción mundial de fertilizantes a base de combustibles fósiles, por ejemplo, pasó de promediar 20.8 millones de toneladas en 1952 a los 112.8 millones de toneladas en 1978. Mientras que el consumo mundial pasó de 20.2 millones de toneladas entre 1952/53 a 63 millones de toneladas para 1969/70 y a 107 millones de toneladas entre 1978/79 (FAO, 1969; FAO, 1979).

Pese a que a lo largo de tres décadas muchos sistemas agrarios del sur global se fueron “modernizando” con el uso de fertilizantes comerciales a base de combustibles fósiles y otros insumos agrícola -además de los profundos y complejos procesos de reestructuración agraria, social, ambiental, político y económico que derivaron de la implementación de la Revolución Verde [4]- para finales de la década de los años setenta, la FAO remarcaba que “el sistema de seguridad alimentaria mundial sigue siendo precario y frágil” (FAO, 1979).

Es en este contexto histórico que a partir de los años ochenta hasta la actualidad la Revolución Verde entró en su segunda etapa histórica, denominada también “revolución genética o biotecnológica” (Picado, 2013); y con ello se generó un segundo gran impulso en el uso de agroquímicos.

Bajo el argumento que con “tecnologías mejoradas” se lograría subsanar algunas externalidades producidas en la primera etapa de la Revolución Verde, el paradigma de “modernización” de la agricultura para luchar contra el hambre mundial volvió a tomar vuelo. El elemento principal que caracteriza a esta segunda etapa fue la incorporación de nuevas tecnologías orientadas a los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), comúnmente llamadas transgénicos. A lo que se añade otros elementos adicionales como: los mercados más globales y liberalizados que profundizaron dinámicas extractivistas con base en la comercialización de nuevos commodities agrarios, los nuevos paradigmas de desarrollo sostenible, la nueva línea discursiva de la lucha contra el cambio climático, entre otros (Hotz- Giménez et al., 2013).

En consecuencia, desde mediados de los años noventa, la venta mundial de semillas Genéticamente Modificadas (GM) fue escalando velozmente, pasando de USD 2.000 millones a principios de 2000 hasta ascender a más de USD 20.000 millones en 2014 (Philips McDogall, 2017).

La introducción de semillas GM asentó aún más el proceso de mercantilización de las semillas, fenómeno que de hecho ya había comenzado con la introducción de las semillas mejoradas de alto rendimiento. Este proceso a su vez allanó el camino hacia la imposición de los intereses de sectores privados direccionados a expandir su acumulación de capital, deconstruyendo los proceso tradicionales de manejo de semillas y separando al agricultor de sus medios agrícolas de producción (Kloppenburg, 2004).

La paulatina incorporación de semillas GM a los sistemas agrarios globales significó, asimismo, un nuevo y renovado vínculo de dependencia con los insumos químicos agrícolas. Desde los años noventa la evolución en el uso de fertilizantes comerciales a base de combustibles fósiles y plaguicidas químicos comenzó a incrementarse continuamente. En 1990, por ejemplo, a nivel mundial el uso de pesticidas era de unos 2.3 millones toneladas, mientras que para 2019 esta cifra escaló hasta los 4.1 millones de toneladas (Faostat, 2021a). El uso promedio de pesticidas por área de cultivo se incrementó de igual manera, pasando de 1.55 Kg/ha en 1990 a 2.69 kg/ha en 2019 (Faostat, 2021b).

De esta manera, en poco más de medio siglo de Revolución Verde, una parte importante del mundo se encontraba plenamente apresado en los procesos de la denominada “modernización” agraria. Lo cual, en última instancia, derivó en sistemas agrícolas altamente dependientes de “paquetes tecnológicos”, compuestos fundamentalmente por insumos químicos y semillas certificadas.


[2] Si bien el uso de agroquímicos se puede remontar hasta mediados del siglo XIX, es a partir de los años 40 que el uso de plaguicidas -comenzando con los organoclorados como el DDT, para luego pasar a los organofosfatos- comienza a ser más extensivo (Pacheco et al., 2017).
[3] A pesar de que el origen de la Revolución Verde se puede remontar a finales del siglo XIX y principios del XX con las transformaciones en la mecanización y uso de fertilizantes químicos que se dieron en la agricultura europea y estadounidense, existe un consenso casi generalizado que la Revolución Verde como la entendemos hoy en día se asentó después de la Segunda Guerra Mundial, durante la década de los 60 y bajo el contexto de la Guerra Fría entre EE.UU. y la Unión Soviética (Picado, 2013).

[4] Procesos como: la selección y erosión genética, así como la pérdida de biodiversidad; el uso escalonado de fertilizantes, herbicidas y pesticidas químicos y la mecanización del agro; la desigualdad en el acceso a tierras y tecnología y la crecida de desigualdad social; y la producción de alimentos y las distorsiones del mercado, entre otros. (Picado, 2013).

2 thoughts on “Un mundo sumergido en agroquímicos: de la Revolución Verde a la Revolución Genética

Comments are closed.