Como avanzar hacia el Vivir Bien

[Pablo Solón, 12/06/2016]
Lo que hemos visto durante la última década no es la aplicación del Vivir Bien. Este proceso de cambio, que empezó con grandes augurios, ha terminado capturado por un modelo extractivista que redistribuye una fracción del ingreso sin afectar fundamentalmente a los grandes poderes económicos, ni transformar sustancialmente la economía dependiente, exportadora y depredadora de la naturaleza.
Empoderar a las colectividades humanas
Una de las principales esencias del Vivir Bien es el empoderamiento y autogestión de las comunidades humanas para vivir en armonía entre seres humanos y con la naturaleza.
Antes del triunfo electoral de  2005, los movimientos sociales tuvieron la capacidad no sólo de detener proyectos privatizadores sino de aglutinar a gran parte de la población detrás de la propuesta de recuperación del territorio, nacionalización de los hidrocarburos y redistribución de la riqueza.
Hoy ese dinamismo se ha perdido y por el contrario hemos entrado en una fase de reivindicacionismo sectorial donde cada cual demanda y se moviliza tratando de conseguir del Estado Plurinacional lo que más puede. Los bienes entregados por el Gobierno a dirigentes de comunidades indígenas y organizaciones sociales han generado una lógica clientelar y prebendalista. Varios movimientos sociales han dejado de ser protagonistas del cambio y se han transformando en clientes que van a pedir cosas y obras del Gobierno.
Para retomar la lucha por el Vivir Bien es fundamental que asumamos que el verdadero cambio no vendrá ni de éste ni del próximo Gobierno, sino de nuestra capacidad de recuperar y recrear esa autonomía, autodeterminación y creatividad que abrió este proceso de cambio.
Superar el estatismo
Un error clave fue creer que el Vivir Bien podía ser desarrollado desde el poder estatal, cuando en realidad el Vivir Bien es una propuesta que se construye desde la sociedad.  El Vicepresidente dijo en   2007: “El Estado es lo único que puede unir a la sociedad, es el que asume la síntesis de la voluntad general y el que planifica el marco estratégico y el primer vagón de la locomotora. El segundo es la inversión privada boliviana; el tercero es la inversión extranjera; el cuarto es la microempresa; el quinto, la economía campesina; y el sexto, la economía indígena. Éste es el orden estratégico en el que tiene que estructurarse la economía del país”. Esta visión de un Estado todopoderoso que vela por todos es contraria al Vivir Bien. Es la sociedad la que debe autodeterminarse si queremos avanzar por la senda del Vivir Bien. El Estado puede ser un factor que contribuya al empoderamiento de las comunidades y organizaciones sociales si, en vez de abocarse a dar obras, promueve que éstas se informen, analicen, cuestionen, gestionen sus territorios, construyan políticas públicas y en muchos casos las ejecuten sin esperar la luz verde del Estado.
El sumaq qamaña y el sumak kawsay pervivieron durante siglos en lucha contra el estado inca, el estado colonial, el estado republicano, el estado nacionalista y el estado neoliberal. Eran visiones y prácticas comunitarias que se daban a pesar y sin el reconocimiento de los poderes establecidos. Al “estatizar” el Vivir Bien empezamos a horadar su espíritu.
La izquierda siempre ha buscado tomar el poder para transformar el Estado y desde ahí cambiar la sociedad. Quizás ésta sea una de las explicaciones de los fracasos de transformación liderados por la izquierda. La toma del poder debe ser un instrumento para incitar aun más el proceso de emancipación y autodeterminación desde abajo, cuestionando y subvirtiendo todas las estructuras coloniales, patriarcales, antropocéntricas y autoritarias que persisten y se reproducen de diferentes formas también en el Estado “revolucionario”.
Economías resilientes
El Vivir Bien no se puede construir profundizando el extractivismo de materias primas para la exportación sino potenciando a las economías locales y nacionales para que sean más resilientes frente a los vaivenes de la crisis económica mundial.
El extractivismo es en extremo difícil de superar por la articulación de la lógica del capital y la lógica del poder. El extractivismo es la vía más rápida para obtener dólares y éste es esencial para mantenerse en el poder. Así,  el extractivismo crea una adicción perversa que socava los esfuerzos de diversificación de la economía y construcción del Vivir Bien.
El fortalecimiento de economías locales, comunitarias y de pequeños emprendedores debe darse desde abajo y no a través de la creación desde arriba de empresas insostenibles. Esto no significa dejar de lado las empresas estatales o servicios públicos  que pueden ser mejor gestionados a nivel estatal siempre y cuando cuenten con mecanismos efectivos de participación ciudadana para evitar su burocratización, corrupción y adecuar sus acciones a la realidad que vive cada región. Lejos de promover megaproyectos de infraestructura, megarrepresas y centros de investigación nuclear que son resabios de un modelo de desarrollo capitalista obsoleto, es necesario saltar etapas y aprovechar los últimos adelantos de la ciencia desde una perspectiva comunitaria, social y no privatista.
Ser naturaleza
En la visión del Vivir Bien no se trata de respetar a la naturaleza sino de reconocer que somos naturaleza. No es posible pensar en justicia social en un planeta enfermo. Es absurdo justificar una deforestación salvaje en nombre del desarrollo o de salir de la pobreza. En vez de hacer planes de reforestación que son extremadamente costosos, morosos y que jamás compensarán la biodiversidad destruida de los bosques nativos, lo que habría que hacer es frenar la deforestación y aprender de las comunidades indígenas que conviven con la selva.
Nuestro potencial está en la agroecología, en la agroforestería, en el fortalecimiento de la producción de alimentos libres de transgénicos y agro-tóxicos.
Los discursos que separan economía humana de naturaleza son absolutamente equivocados.  Si un fracción de los miles de millones de dólares que invierte el Estado para exploraciones petrolíferas se invirtiera en energía solar y eólica comunitaria no solamente se podría satisfacer toda la demanda nacional sino incluso se podría exportar energía eléctrica limpia en vez de seguir vendiendo combustibles fósiles que calientan aun más el planeta. Pero además, se podría avanzar de manera efectiva y no retórica hacia el Vivir Bien, transformando a los bolivianos de meros consumidores de energía eléctrica en productores de electricidad.