Las dinámicas del mercado: lucrando con la degradación ambiental y la salud humana

En 2018, una investigación llevada a cabo por el equipo periodístico de Greenpeace Unearthed y por la ONG Public Eye encontró que un tercio de las ventas de las principales empresas de CropLife Internacional durante ese año provenían de la venta de insumos químicos agrícolas clasificados como altamente peligrosos para la salud humana, los animales y el ambiente.

Según este estudio, el 35 % de los productos más vendidos por cinco de las seis empresas miembros de CropLife –Bayer, BASF, Syngenta, FMC y Corteva- durante 2018 incluían 773 diferentes productos que contenían una variedad de ingredientes activos categorizados como tóxicos, tales como: glifosato, chlorantraniliprole, glufosinato, cyproconazole, thiamethoxam, epoxiconazole, paraquat, entre otros (Dowler, 2020a).

De acuerdo a los datos que pudo acceder Unearthed, hasta un 36 % de las ventas de pesticidas de Bayer fueron Pesticidas Altamente Peligrosos (PAP) [11], principalmente glifosato (841 millones de dólares), acetochlor (125 millones de dólares) y glufosinato (109 millones de dólares). Esta misma tendencia lo presentan las demás compañías miembros de CropLife: 39 % en el caso de Syngenta, BASF con el 25 %, Corteva con el 32 % y FMC con un sorprendente 50 % (Dowler, 2020a).

La mayoría de estos PAP, equivalente al 45 %, fueron vendidos en países de bajo ingreso o ingresos medios. De estos, los más destacados fueron Brasil y la India, donde las ventas de PAP llegaron a representar respectivamente hasta el 49 % y el 59 % de las ventas de CropLife. En comparación, solo el 27 % de los ingresos de las empresas de CropLife fueron obtenidos por ventas de PAP en los países de ingresos altos (Dowler, 2020a).

Esto se alinea con que, también en 2018, salió a la luz pública que miles de toneladas (t) de PAP estaban siendo fabricadas y exportadas desde diversos países europeos hacia países de menores ingresos. En total, solo durante ese año, diferentes países miembros de la Unión Europea (UE) notificaron para exportación unas 81 mil t de insumos químicos prohibidos en sus propios países por ser considerados como potencialmente peligrosos para la salud humana y el ambiente [12].

La mitad de los PAP exportados desde puertos europeos (41 mil t) fue hacia países de ingresos medios y bajos. Siendo: Brasil (10 mil t), Ucrania (6 mil t), Marruecos (3.9 mil t), México (3.5 mil t), Malasia (2.2 mil t), entre varios otros, los principales países destino de estos PAP. Mientras que dos tercios del total de las exportaciones de la UE (26 mil t) estaba destinado exclusivamente a EE. UU., país de que por sí es productor y exportador de insumos químicos agrícolas (Dowler, 2020c).

El principal país con mayor volumen de exportación de PAP durante 2018 fue de lejos el Reino Unido, con más de 32 mil t. El 82 % de estos pesticidas fueron exportados a diferentes países en el continente americano, principalmente: EE.UU. Brasil, México y Colombia. Después del Reino Unido otros países europeos siguen la lista de mayores exportadores de PAP en 2018, como ser: Italia, que exportó 9 mil t; Alemania y Holanda con poco más de 8 mil t; Francia con alrededor de 7 mil t y España con 5 mil t. En muchos casos, los países americanos son los principales mercados donde se notificó la exportación de estos PAP, llegando a representar desde el 9 % de los PAP exportados por Francia, hasta el 56 % en el caso de Alemania (Dowler, 2020c).

El principal PAP exportado por el Reino Unido fue el paraquat, producido por Syngenta. Mientras que Italia exportó primordialmente trifuranil, producido por Finchinmica. Por otro lado, las principales exportaciones de Alemania fueron en base a cyanamide, ethoxysulfuron y tepraloxydim, producidas por AlzChem, Bayer y BASF respectivamente. Y en el caso de Holanda su principal PAP fue en base a 1,3-dicloropropeno, fabricado por Corteva (Dowler, 2020c).

El hecho de que estos países europeos permitan la exportación de estos PAP revela, por un lado, importantes vacíos legales que permiten a estas grandes multinacionales continuar fabricando en Europa pesticidas para la exportación a pesar de estar prohibidas en la UE (Foodwatch, 2020). Mientras que, por el otro lado, evidencia una doble moral en los estándares de regulación europeas, los mismos que permiten una externalización de los impactos adversos del uso de estos PAP hacia poblaciones y ambientes más vulnerables.

Finalmente, la mayoría de estos PAP tenían como principal destino la agricultura industrial que produce commodities agrarios, fundamentalmente los cultivos de soya y maíz. Estos dos cultivos aglutinaron casi la mitad (el 44 %) del total de ventas de PAP llevadas a cabo por CropLife Internacional en el 2018 (Dowler, 2020b).

De hecho, los cultivos de soya y maíz son dos de los cultivos que mayor uso de PAP tiene a nivel mundial, siendo que el 51 % y el 49 % de todos los pesticidas utilizados en estos cultivos respectivamente corresponden a pesticidas tóxicos. Solo el cultivo de algodón muestra un índice mayor, donde el 69 % de los insumos químicos utilizados en este cultivo son PAP (Dowler, 2020b).

¿Quiénes son los principales consumidores de la soya y el maíz? La amplia mayoría de la producción de soya y maíz está destinada como alimento animal [13]. Se estima que, por ejemplo, hasta un 77 % de la producción mundial de soya está destinada a la alimentación de animales, en comparación al 19 % que se destina a consumo humano -fundamentalmente en aceites- y un 4 % es utilizado por la industria -como biodiesel u otros productos- (Hannah & Rose, 2021). De esta forma, vemos que la producción de estos commodities agrarios destinada principalmente a la alimentación de animales se convierte en uno de los principales motores que impulsa el mercado mundial de agroquímicos.


[11] La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la FAO definen a los Pesticidas Altamente Peligrosos como: “los plaguicidas que presentan niveles especialmente elevados de riesgos agudos o crónicos para la salud o el medio ambiente, según los sistemas de clasificación internacionalmente aceptados” (FAO & OMS, 2016).
[12] En el caso de la salud humana, estos PAP se asocian con la capacidad de generar efectos crónicos sobre la salud como disrupciones endocrinas, cáncer o disfunciones reproductivas; mientras que los riesgos ambientales se asocian con la contaminación de cuerpos acuáticos o envenenamiento de peces, aves, abejas y otros mamíferos. (Dowler, 2020a y c).

[13] Principalmente a la alimentación de aves de corral, cerdos, vacas y peces.

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