Energía y Pandemia en el 2020

La contracción de la economía mundial en el 2020 afectó a todas las actividades del sector energético. El Fondo Monetario Internacional (FMI) pasó de pronosticar un incremento positivo a nivel mundial del 3,3% del Producto Interno Bruto (PIB) para el 2020, a estimar un decrecimiento de -3% que luego cayó a -4,9% para junio del 2020. En la actualidad se estima que el 2020 la economía mundial se contrajo entre un 4,4% y un 4,6%.

Cómo se puede apreciar en la gráfica 1, según la AIE esta es la recesión más severa desde la Gran Depresión y sólo fue superada por las Guerras mundiales. Los sectores más afectados por el desplome de la economía fueron el transporte, los viajes y el comercio minorista, todos los cuales son grandes consumidores de energía.

El impacto de la recesión económica mundial no ha sido uniforme en todos los países ni en todo el sector energético. De conjunto los países con cuarentenas más estrictas redujeron su consumo de energía en un 25%, mientras los que tuvieron una cuarentena parcial lo hicieron en un 18%.  Las demandas de petróleo y carbón fueron las más afectadas.  Le siguieron las de energía nuclear y gas natural. El único sector que siguió creciendo, aunque menos de lo previsto, fue el de las energías renovables según la AIE. Como se puede apreciar en la gráfica 2, de conjunto la demanda de energía se redujo en -5%.

La AIE estima que el gasto en energía por parte de los consumidores finales (hogares y empresas) en el 2020 ha caído en 1,25 billones de dólares, casi un 20% menos en comparación con 2019.

2019: ¿Año pico para el petróleo?

Según IRENA el 2019 podría convertirse en el año pico para el consumo de petróleo. Esto significa que, aunque la demanda de petróleo se recupere esta no superará los niveles del 2019.

La pandemia golpeó al mercado del petróleo en una magnitud sin precedentes, borrando casi una década de crecimiento en un sólo año. IRENA afirma que la industria del petróleo se hundió debido a la sobreproducción de petróleo que se dio antes del inicio de la pandemia. El consumo mundial de petróleo cayó en promedio un 9%, pasando de 101 millones barriles de petróleo por día en el 2019 a 92 millones de barriles de petróleo el 2020. La caída en la demanda de petróleo se debió a la disminución entre un 50 y 60% de los viajes terrestres y aéreos en comparación con los niveles 2019. Las cuarentenas afectaron dramáticamente el consumo de petróleo en dos sectores: el transporte terrestre y el aéreo que suman casi el 60% de uso del petróleo.

La crisis ha provocado la disminución de los precios de todos los combustibles y en particular del petróleo. Los precios del barril de petróleo tuvieron en abril del 2020 la mayor caída desde el 2002. En Estados Unidos, el desmoronamiento de la demanda y la imposibilidad de seguir almacenando más petróleo porque los depósitos ya estaban llenos, dio, por primera vez en la historia, un precio negativo del petróleo de -38 US$ por barril en el mercado de West Texas Intermediate (WTI). Los precios del petróleo se han venido recuperando desde entonces, pero siguen siendo más bajos que los del año anterior a la pandemia (57 US$ en 2019 versus 39 US$ en 2020 por barril WTI).

IRENA plantea que el consumo del petróleo podría haber alcanzado su pico el 2019 debido a los beneficios de la eficiencia energética, los avances en los vehículos eléctricos, los cambios de comportamiento en la demanda, la creciente práctica de trabajar desde casa y las expectativas de los ciudadanos de un aire más limpio.

Esta situación puede plantear escenarios complejos que no necesariamente conducen a una transición energética. Por ejemplo, algunos gobiernos pueden ser presionados para rescatar a sus empresas petroleras relajando los estándares ambientales para atraer urgentemente inversiones extranjeras, mientras otros países pueden verse tentados a aprovechar el petróleo de bajo costo, afectando la ampliación de la energía renovable.

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y la AIE no comparten el pronóstico de IRENA y afirman que la demanda del petróleo se recuperará. La AIE considera que el pico del petróleo se alcanzará probablemente alrededor del 2030.

La caída del carbón

A pesar que no se utiliza para el transporte, el carbón ha sido tan afectado como el petróleo por la pandemia. La demanda mundial del carbón ya venía disminuyendo. En el 2019 decreció 1,8% después de dos años de crecimiento, y en el 2020 decreció un 5% que representa su más grande caída desde la segunda guerra mundial. Entre el 2018 y el 2020 se estima que la demanda decreció en 500 millones de toneladas[1]. Según la AIE probablemente estos datos confirmen que el 2014 fue el año pico de la demanda de carbón a nivel mundial.

Casi dos tercios del uso del carbón se destinan a la generación de energía. China consume más de la mitad del carbón mundial. La caída del carbón habría sido más grave si no hubiera sido por el repunte económico de la China, que puso un piso a la caída de la demanda mundial.

Menor impacto en el gas natural

La demanda mundial de gas natural ya presentaba un ligero declive en el 2019 por los inviernos más suaves en el hemisferio norte que llevaron a una reducción de la demanda de gas para calefacción. El 2020 la caída anual fue del 2,5%, lo que representa la más importante disminución desde que el gas natural emergió como combustible valioso en 1930. La pandemia contribuyó en varios países, a una menor demanda de electricidad generada a gas y de utilización de este combustible por parte de consumidores comerciales e industriales.

La industria del gas natural fue menos afectada por la pandemia en comparación del carbón y el petróleo, ya que su participación en el transporte es poca, y la reducción de la demanda no fue lo suficientemente pronunciada como para causar presiones inmediatas sobre los productores y los inventarios, como fue en el caso del petróleo.

La disminución en el uso de gas natural en los edificios comerciales y públicos fue compensada por un mayor consumo residencial debido a las cuarentenas. En el sector de la industria, se estima que la caída fue del orden de un 4% en 2020.  

A nivel de la generación eléctrica la fuerte caída de los precios del gas natural en los Estados Unidos, la Unión Europea y Asia desde 2019, han aumentado su competitividad frente al carbón. A esto se suma que varios países vienen adoptando políticas para favorecer el consumo de gas natural en lugar del carbón y petróleo. Sin embargo, esta tendencia está llegando a su fin en la presente década, especialmente en EE.UU. y la Unión Europea, por la desaceleración del crecimiento de la demanda de electricidad y la expansión de las energías renovables.

La pandemia no ha impactado por igual a todos los productores de gas natural. Las principales disminuciones en la producción se han producido por la caída de los campos de gas asociados a la producción de petróleo y por una reducción en los volúmenes de exportación de gas a mercados sobre abastecidos. Los proveedores que venden gas con acuerdos de compra flexibles se vieron particularmente afectados porque los compradores ejercieron su derecho a cancelar o aplazar las entregas. Los proveedores con precios indexados al petróleo fueron afectados por la fuerte caída de su precio.

La electricidad gana terreno

La electricidad es uno de los componentes del sector energético, los otros dos son el transporte y la calefacción. En 2017 el consumo final de energía a nivel mundial fue de 113.009 TWh, mientras la generación eléctrica fue de 25.606 TWh equivalente a un 22% del total del sector energético.

En tanto, en el 2019 el petróleo sólo representó el 3,1 % en el sector de electricidad, en el total del sector de energía representa un 33,1%. El carbón, que en el total del sector de energía tiene una participación del 27%, en el sector sólo de electricidad aumenta esa participación a un 36,7%.

En el 2020, según la AIE, la caída en la demanda mundial de electricidad podría ser del 5%. Lo que representa la más grande reducción en el consumo de electricidad desde la gran depresión y ocho veces más que la disminución que se produjo el 2009 debido a la crisis financiera[2].

La disminución en la demanda de electricidad varía según los países. En Francia, India, Italia, España, Reino Unido y Estados Unidos la caída fue de por lo menos un 15%; mientras que en China fue mucho menor debido a la duración de las cuarentenas.

Para la AIE, la crisis del covid-19 habría reforzado la posición central de la electricidad en la vida moderna por ser más confiable, asequible, segura y capaz de adaptarse a cambios repentinos en la actividad económica.

Crecen las renovables para electricidad

La AIE incluye en las “energías renovables”: la solar, la eólica, la hidroeléctrica y la bioenergía moderna, esta última compuesta por biogás, biodiesel y biomasa moderna, excluyendo el uso de biomasa tradicional. La mayoría de estas energías renovables se usan para la generación eléctrica donde destacan la hidroeléctrica, la solar y la eólica. Mientras en el transporte y la calefacción, tiene un mayor peso la bioenergía.

En contraste con los otros combustibles, las energías renovables para la generación eléctrica habrían crecido un 6,6% durante el 2020; mientras las energías renovables para la calefacción y el transporte habrían decrecido, siendo la caída más significativa en este último sector: -11,5%[3].


Los proyectos de energías renovables a escala de servicios públicos generalmente no han sido afectados por la disminución de la demanda de electricidad, debido a que cuentan con contratos de compra de energía a largo plazo y garantías de precio total o parcial, así como acceso prioritario a la red por los bajos costos operativos o regulaciones que le otorgan acceso prioritario. Sin embargo, los proyectos de menor escala, como la energía solar en los techos, han sido mucho más vulnerables porque dependen en gran medida del gasto de los hogares y de las pequeñas empresas. La capacidad de los proveedores de energía solar para acceder a las instalaciones e instalar nuevos paneles solares, también se ha visto obstaculizada por la crisis.

Los biocombustibles han sido muy afectados por la caída generalizada de la demanda de combustibles para el transporte y los bajos precios del petróleo durante la pandemia. La AIE estima que la caída en el 2020 habría sido del 12% en relación al 2019. Los empleos del sector de biocombustibles, que representaron hasta 2,1 millones en todo el mundo en 2018, están en riesgo por la caída drástica de la demanda de combustible para el transporte. Con relación al etanol, su producción mundial podría haber caído a los niveles de 2013. Los productores de caña de azúcar y etanol en Brasil y Estados Unidos estubieron buscando apoyo de sus gobiernos para evitar la quiebra. El cierre de plantas de etanol afectará también a los agricultores y fabricantes de equipos agrícolas.

La pandemia parece haber consolidado la posición de las energías renovables para la generación de electricidad, pero no así para los biocombustibles en el sector del transporte.

La energía nuclear decrece salvo en China

Según la AIE, la energía nuclear provee alrededor del 10% del suministro global de electricidad y también se ha visto afectada por la caída en la demanda de electricidad debido a los confinamientos. Estima una caída del 3 % en la producción del 2020 en comparación con el 2019[4]. Desde un punto de vista operativo, los reactores nucleares se desempeñaron bien durante los cierres, lo que constituye una fuente de flexibilidad para muchos mercados. En la primera mitad de 2020 se habrían cerrado doce reactores nucleares en economías avanzadas, mientras que sólo se inició la construcción de un reactor nuclear. China es de los pocos países que está en camino de ver un aumento interanual de la generación de energía nuclear en 2020.

El tobogán de las inversiones y el empleo

Con relación a las inversiones en energía, la AIE estima que habrá una reducción del 18% para el 2020, con la mayor caída en el gasto de nuevos suministros de petróleo y gas. Esta disminución en las inversiones probablemente tendrá mayores repercusiones en los mercados energéticos en los próximos años.

IRENA estima que las inversiones en renovables experimentaron una disminución del 34% en el primer semestre del 2020, en comparación con el mismo período del 2019. Sin embargo, parece que el interés de los inversionistas en activos más sostenibles como las renovables ha aumentado porque han demostrado ser más resistentes, que los activos convencionales, a la volatilidad provocada por la crisis del COVID-19. La inversión extranjera directa podría haber disminuido hasta en un 40% a nivel mundial en 2020, en medio de restricciones de oferta, shocks de demanda y disminución de la confianza de los inversores.

Las pérdidas de empleo se han extendido al sector energético. La AIE estima que más de 3 millones de puestos de trabajo energéticos, de los 40 millones proporcionados directamente por diversos sectores de este sector, están en riesgo o ya se han perdido. Para los países cuyas economías dependen en gran medida de la extracción y venta de petróleo, el impacto de la pandemia repercutirá en las fuentes de trabajo.


[1] https://www.iea.org/reports/coal-2020

[2] https://www.iea.org/reports/global-energy-review-2020/electricity

[3] https://www.iea.org/fuels-and-technologies/renewables

[4] https://www.iea.org/fuels-and-technologies/nuclear


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